martes, 23 de octubre de 2007

Una linda mariposa

Diminutos seres alados que al unísono con las hadas, princesas, tules de ilusión, amiguito feliz en tu dia y le acompaño en el sentimiento...son tarjetas de visita para los socialmente aceptados en este tipo de cotarro bien avenidos por título...es un suponer “La otra orilla”. Las otras orillas pues hay muchas y variadas.

En esos lugares donde, casinos, club sociales, salida-entrada cole el niño, plaza el pueblo, oficina...la amabilidad y cortesia es la carta de presentación. Imprescindible tener tuper weres por si se ofrece llevar a la vecina eso que te sale tan bien. En el fondo de armario no debe faltar colores tétrico-gris oscuro casi negro para los pésames de rigor. Si el muerto no es tuyo no se debe ir jamás de luto total para no ser el centro de atención. Si de verdad quieres ser el centro-mesa pues habrá que morirse. A una boda tampoco jamás de los jamases ir de blanco salvo que sea en Ibiza. Esto solo es un perfil-parodia de lo que procede ser y hacer en el cotarro del cutrerio educado y fisgón.

Hay gentes que les interesa el cuerpo central de las mariposas. O sea, el gusano propiamente dicho. Yo conocí a uno, Tarajaundia también, Carlos Ramos poetas de lagartos dibujante de papillones y polillas donde los ojos se iban al gusano que sostenia las alas diminutas y chicas, sin belleza apenas, mutaciones aladas que afeaban al sutil gusano lleno de anillas hermosas, bolas simétricas o no, con paisajes delirantes por su largo cuerpo entubado. Las importantes cabezas de las mariposas donde los ojos llenos de inteligencia parecian que te miraban las ideas y hasta el alma si me apuras. De las secundarias alas te olvidabas que existian.

Polillas no aceptadas socialmente, no admitidas en el club de las palabritas rosas. Si te enseñan un cuchillo lo llaman daga, o estilete y hasta chuchillo y saben que sirve para cortar, hendir, clavar y matar. En el lugar de las hadas no existen las armas que terminen en punta, todas son redondas y romas, las estrellas brillan en la entrada y en las esquinas umbrias de la trastienda crecen indigestos hongos negros de lunares rojos, setas matonas.

Las mariposillas lindas, las aceptables, no reconocen tener un sótano, solo un salón-comedor sofá de las visitas. Te invitan a tomar asiento con dulce lengua viperina y con chungo aliento letal.

La sutiles papillones usan tacones de punta fina para el paseo y zapatillas de fieltro silencioso para no delatarse cuando entran a matar.

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