sábado, 31 de mayo de 2008

Historia de una rubia

Se sabe la hora exacta en que el sol baja al patio de mi cocina. Espía la raya que pinta la luz y con sus ojitos negros mira como crece la franja de sol bajando por las tejas, se alarga tocando la pared albeada, blanco sobre blanco, caminito de luz hasta que llega al suelo.

Entonces, su boquita de morro chato pilla la alfombrilla verde y la arrastra hasta allí y se tiende a tomar su sol de las once y cuarto.

En ese tiempo de espera no hay nada que la pueda distraer, ni un vamos a la calle rubia, ni un trozo de galleta con pasas, galletas de humanos que las de perro ni muerta ¡puaf!, ni siquiera el odiado gato negro del vecino que no puede ni ver y que se pasea por el tejadillo sin entender el por qué nunca le ladran a esa hora y a las demás si. O puede que si lo entienda y por eso precisamente se contonea con lento paso provocativo de mira lo que hago y no me pienso ir que ya nos conocemos las costumbritas.

A veces el sol no baja, una nube lo tapa o dos o tres y ella suspira mirando al patio, como si fuera un novio despreocupado que no viene a verla. Apoya su rubia cabeza sobre sus patas delanteras dando una ojeada de vez en cuando y levanta una de sus orejas por si escucha el estoy llegando a la puerta por donde su amado claro tendría que aparecer pero no, que no, que hoy no toca.

Se resigna y se va a hacer las cosas que corresponde hacer a esa hora que ella es un perra de costumbres, no todas buenas, maldita mania de roer la alfombra roja de la sala, esa tan moderna de nudos flojos que mejor hubiera sido pillar una clásica de apretaditos los unos contra los otros, la unión hace la fuerza, es el lema de las alfombras que duran toda la vida.

Tengo una de mi abuela, dios la tenga en su gloria, a la alfombra no, a mi pobre abuela, que todavía está de buen ver, mi abuela no, la alfombra. Creo que se zampa las orillas sueltas de la alfombra como quien se come las uñas, por nervio y rabia, el sol relaja mucho a las rubias, está demostrado.

Y de repente aparece el novio dorado a las dos del mediodia, o incluso a las tres, un poco desgastado, no tan radiante, que ha pasado casi el dia por el, cuando logra dar el esquinazo a las dichosas nubes.

Se mete en la cocina camino del comedor, toca la puerta de la nevera resaltando las partes metálicas como si fueran de pura plata. Un brazo entrometido avanza por el tragaluz del pasillo, un rejo alado, silente, cálido y amoroso acaricia la cama donde la rubia novia descansa con postura abandonada, las patas alzadas, la lengua rosada fuera de su boquita, que hace mucho calor.

El sol la roza y le dice aquí estoy niña. ¡Le pega cada susto ! Sacude su melena y le ladra enfadada estas no son horas de llegar. A ella le gusta la espera lenta, bajando poquito a poco por la pared del patio de la cocina, que no le sabe de otra manera.

martes, 20 de mayo de 2008

De aquella radio

Con ustedes amigos una vez más en la Cadena Ser, su radio amiga por gentileza de COLA - CAO en Lucecita con Matilde Connesa, Matilde Vilariño, Guillermo Goutier Casaseca. Narrador Pedro Pablo Ayuso. Simplemente María o Ama Rosa, Perrico y Periquín, no esa novela no, esa era de antes de que yo naciera.

Mi abuela y sus vecinas pegaditas a la radio, una que tenía un ojo verde, la vecina no, la radio, una ventana oval en forma de abanico hipnótico de agarrar a las niñas chicas y que decia mira ven a ver como bailo, abre y cierra el ojo de embrujar cuando encuentra la sintonía.

María de la O, canta la radio y el barrio con la cupletista al mismo son. La cadena Ser en Argel es España con mayúsculas.
A las cinco en punto la puesta en escena para escuchar la radionovela. Unos minutos antes mi abuela muele café en el molino manual de madera con su cajoncito encarnado. Ese café con aroma a gloria pura solo comparable al rico olor del gofio de millo tostado o el del pan recién hecho con mantequilla de la de verdad derritiéndose por arriba, un precioso color ambarino casi transparente, o al perfume a caramelo de menta de los altos eucaliptus que crecen al borde de la carretera frente a la casa de mi abuela en el barrio francés de Argel.

Que dificil pronunciar para una niña española la palabra eucaliptus. Annette dice que tengo que poner los labios como si fuera a darle un beso al novio ¿qué novio, yo no tengo novio? ya lo tendrás cuando te salga el pecho. Me miro incrédula la planice inmensa que tengo bajo el cuello y pongo la boquita en bouche en coeur, en forma de corazón dándole un beso al aire. Un dia, con suerte, seré bonita y alguien me sabrá mirar y decir cariño mio como tu nadie.

Las vecinas españolas, las únicas tres del barrio, se traen el ganchillo o la manga casi terminada de alguna rebeca, tan embebidas en la trama que pierden la cuenta de dos al derecho, uno al revés y la hebra por arriba escuchando la radio de nuestra España, que bien suena la patria cuando se pronuncia fuera.

Aurora tenía un puesto de verduras en el Zoc d'Argel y aún la meu xiqueta y el xé de su añorada Valencia. El acento canario lo pone mi abuela y Ana, la madre de mi afrancesada amiga Anette, que le gustaba mucho más que la pronuncien con ette detrán del An.

No nos dejan a las chiquillas comentar nada ni meter baza, te mandan a callar enseguida Shssssss... con el dedo en los labios de a callarse tocan.

Las mandonas plañideras abuelas con sus pañuelos de batista y vainica arrugaditos y mojados a punto de ¡Ay que pena penita pena!.Las palabras honor, deshonra, inclusa, madre, hijo mio...volveré te lo juro por lo más sagrado, esperáme amor mio tiemblan en la habitación de escuchar la radio de españa.

Anette y yo nos escapamos al dormitorio de mi tía la soltera de toda la vida a mirarnos las caritas en el tocador de puertas abatibles con espejos que repiten a las niñas presumidas hasta el infinito y más, jugando a ser mayores. El sosten de encaje blanco de mi tia cuelga sobre mi cintura y no hay manera de rellenar tanta holgura, nada...que habrá que esperar a que venga el tiempo a llenarnos los ansiados pechos de quiero ser mayor, yo también, dice mi amiga.

¡Prohibido abrir los armarios! Mientras las cancerberas escuchan la radio no hay peligro de que nos pillen. Cartas de amor de aquel novio que le decia ven aquí te vas a enterar, te quiero tanto nano, yo más a ti mi vida.

Huelen a espliego las misivas y a no pudo ser, perra vida, que me lo levantó una alemana y hasta le dio los hijos que me tocaban a mi, y mírame, guardando fondos de armarios rancios y caducos que las niñas entrometidas revuelven.

Mi tía la soltera tiene mogollón de fotonovelas de chicos y chicas guapísimos, novelitas de Corín Tellado que como no tienen ni dibujos ni fotos no nos gustan. Tebeos apaisados de aventuras del Duo Dinámico, Manuel y Ramón de los que Puri ficación, si, Puri, está enamoradísima, sobre todo del alto.

Le gusta canturrear aquella canción que dice y dice así de esta manera:

Quisiera ser aurora boreal/ y darte así un mundo de color/ y conseguirte las estrellas y la luna y ponerlas a tus pieeesssss. Si claro, no conseguian llegar a final de mes con la hipoteca del piso, los plazos de la lavadora, la letra del seiscientos, el tercer chiquillo de camino que mira que te lo dije Pepe, ten cuidado Pepe...y le iba a regalar a la muchacha -cuando eran novios - lo de la aurora boreal dichosa. Generación de crédulas inocentes.

En el picá suena la de me gustas tú y tú y tú y solaaaaamentee túúú la uuuu se alarga por la ventana del barrio azul y blanco donde el moro vende melones argelinos los más dulces del mundo.

Una flauta suena rizando el aire de la plaza, suave y silente y más allá un horizonte de perros ladra la frontera del barrio.

Sobre el tocador pasado de moda un librito de poemas de Alfonsina Storni encuadernado en cuero ocre , una torre de Babel grabada en oro en la portada. Con el corazón en la boca Anette recita los versos que una niña de doce años escribió para que los enamorados se coman los te quieros seguiditos.

Desde el minarete de la mezquita de Ali Bitchin se escucha la llamada a la oración de los fieles seguidores de Alá es grande y Mahoma su profeta.

Por la calle de Ben M'Hidi Larbi sube el taconeo de mi tia Puri, que llega, que está llegando ¡ay que nos pilla mi tía! Por la celosía de la ventana argelina se escucha el cliquear de las llaves de ya estoy aquí.

Borramos las huellas de las niñas curiosas indagadoras de habitaciones de solteras románticas justo a tiempo de escuchar con caritas de mosquitas muertas y este ha sido el capítulo trescientos diez patrocinado por.

Las abuelas exiliadas suspiran y huelen a clavel de españa y a coliflor.

jueves, 8 de mayo de 2008

Fui a la orilla del rio....

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y mentere del cumple de la coin, y como alli ya le pusieron brillores....

pos yo...estoooopaaa

Fui a la orilla del rio....

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y mentere del cumple de la coin, y como alli ya le pusieron brillores....

jueves, 1 de mayo de 2008

En nombre de María que cinco letras tiene...la m..la a..

Curro, el Snauzer se llama Curro. Asoma Curro la cabeza por la ventanilla del coche. El aire infla su moflete negro y deforma el carrillo, un globo bigotudo. El contrapunto a tanta oscuridad hinchada lo pone la lengua rosa fucsia babeante que chorrea el cristal.

No es un pino en fuga, ni el pórtico de una iglesia barroca que llega despacio hasta el frontis de la cara, ni el valle que desaparece trás el recodo de aquel camino curvado que viene y va, se aleja y vuelve.Baila el paisaje por delante de la lengua rosa del Snauzer gigante. El solo siente el aire y los aromas que perciben su poderosa trufa, los paisajes son perfumes, esencias y aquella mixtura de esa perrita preciosa que orina en la esquina dejando el recado de amor de ven, ven, estoy preparada para recibirte. Los horizontes de un perro pasan por la frontera de su hocico.

Por el horizonte del contar de Marcelo se mueven los tejados, aquella farola, ora una torre que emerge de la arboleda, ora asoma desde otro ángulo, con otra luz, de diverso modo sujeto a la velocidad relativa del trote ágil del coche tirado por dos caballos.

Este libro pausado que leo y bailo, entrando y saliendo en la emoción del que cuenta del efímero momento, eterno instante que atrapa es un regalo de Carlos, en la contraportada la dedicatoria de María te presento a Marcelo y más abajo Marcelo te presento a María. Me inaugura otros tiempos, viejas maneras lentas que contar sobre la nada.

Cronos se comió a sus hijos y yo una madalena mientras leo a ritmo de aquí no me muevo cada línea de este sutil escritor experto en pintar las emociones nimias, los aconteceres anodinos, las sutiles pequeñas incidencias de su acomodada y burguesa vida.

El regalador de libros anacrónicos me pregunta como estoy, es que tropecé al salir de su mirada con el escalón y me caí, que vergüenza más grande. El hombro hizo crac, mira, como mi corazón, que frágil es el pobre órgano administrador de rios rojos que vienen y van y navegan balseando por mi cuerpo que tiembla cuando me habla así, acariciando su voz de esa manera.

Entre la cabeza del que está en el pupitre de delante y el pelo de esa mujer cardado tremendo tiene la señora, Carlos me mira y yo a el. Su cabeza una torre de una iglesia que asoma por aquí y por allá, ahora solo le veo un poquito de la nuca al final de su cuello que sale de ese polo azul cielo, que bien le sienta el cielo a mi querido profesor.

¿Qué hace entreteniendose más de la cuenta con esa que le pregunta...que es lo que le preguntará que se tarda tanto? Ahora se yergue por encima de todas las cabezas, muy por arriba del mundo, explica algo con pasión, no me entero de lo que dice, solo que mueve la boca y la mano derecha. El baila y yo bailo. Sale del ángulo de mis ojos y viene y va, se pasea despacio al ritmo de un coche tirado por un caballo pausado que se come los siglos y los pórticos de las iglesias.

¡Ay me duele! Que me caí sobre el brazo derecho y el hombro hizo un crac raro que no me gusta nada ese ruido de algo va mal, demoledor sonido, seguro necesita terapia. Lo mismito que la rueda del hámster que un dia su hijo chico trajo a clase. Una mujer guapa, alta y rubia, vestida de negro con un collar plateado haciendo juego con su pulsera, alemana creo, por la forma de decir ¡hei! aquí te dejo al niño, cuidamelo hasta que vuelva que te toca a ti.

Calladito que termino en diez minutos, le dice a su hijo rubio de sol, guapisimo niño, que se sienta justo detrás mia con la jaula del ratón.

La rueda hace crriiicc criiiiccc, como mi hombro, resuena en la clase un chirrido impertinente. El padre pone su dedo en los labios shhhtt y Pablito le da una galleta redonda al hámster que se la mete en la boca, más grande la galleta que la boca, más grande la boca que la cara. Al animalito gris se le pone una sonrisa caratulera de risa de morirte, las comisuras de los dos carrillos extendidas por fuera del horizonte de su cara, ampliada en uve la bolsa en la que guarda el remanente del otoño-invierno, buche de por si acaso no hay después. Le cabe de casi todo, hasta un galleta gigante tamaño hostia quiticagas en el flexible pellejo de su carita ratonil.

Pablo con su manita tapandose la boca y la nariz, aguantando las ganas de reirse, las de hacer pis también, con sus muslitos apretados a punto de ay que me meo. A mi también me dio la risa. Me siento a su lado, no podemos aguantar la carcajada por lo bajini de ver al ratón erguido sobre las patas traseras y las dos manitas minúsculas delante con la sonrisa más grande que la cabeza, prosopón enorme.

El prefesor serio, mirándonos a los dos con el dedo de mandar en los labios ¡Ay que risa! Menos mal que su hermano mayor, que guapo el mayor, tan moreno como su padre se lo llevó, al niño meadito y al ratón de la galleta.

Cuando me curó la rodilla supe que lo iba a querer, ya lo quiero, solo que el no lo sabe o puede que si, desde que puso la boca de soplar en la heridita, Eolo cariñoso y ya van tres mofletudos por el horizonte de la historia, un perro, un ratón y un enamorado soplador de arañazos, como si la vida le fuera en ello.

Y que el médico te vea ese hombro las tendinitis tienen mal curar, los corazones también mi vida, pero claro, no se lo digo, que no me entere que no te cuidas María y pone tal dulzura en el acento de mi nombre que bendigo el dia que mis padres decidieron llamarme de esa manera.

El nombre de Maria, que cinco letras tiene, la Eme, la a, la erre, la i, la a. Una soga de saltar la comba mueve el aire de las niñas que entran bailando la eme en el círculo gigante que hace la cuerda silbando en el aire y que dice así:


Que si que te quiero, si si que te quiero te quiero que si.
 
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