ZAPATEADO EN GUAYADEQUE

EL BARRANCO DE GUAYADEQUE

Entrar en el, si tienes los ojos abiertos y lo que hay que tener, es como limpiarse del mundo. Se va dejando atrás todo poquito a poco mientras las curvas van arreciando. La subida es dura, empinada, como la vida para algunos. Los veroles y el culantrillo asoman entre los riscos las laurisilvas, las tabaibas y los dragos enanos junto a la carretera, el aroma del monte ¡Ay que bien huele Guayadeque, a espliego y boñiga de cabra! ¡ El perfil de nuestras palmeras recortando el horizonte azul, tan azul que hace daño.
Hay que limpiarse del mundo, por eso escribo, por eso escribo tanto
Mi amiga Olguita viene conmigo. Olga tiene algo que me gusta: el encanto campesino. En mi vida he conocido a una mujer, ni a un hombre que tenga tantísimos zapatos. Ni ella sabe los que tiene. El marido dice que la echa de su casa si se compra un solo par más. Se los compra, lo mete a escondidas camuflándolos entre los ciento y pico o más, si, o más. ¡Qué pecado más grande dios mio!- Dice Olga haciendo el signo de la cruz sobre su amplio pecho y que atrevido sus zapatos de todos los colores y formas que no les he visto repetidos uno,creo, no me acuerdo...tiene tantos.
¡Qué bien huele este barranco! Mira....escucha como corre el agua – le digo- y nos paramos. Con sus zapatos de tacón y punta fina violeta y amarillo, que vaya atentando señor no se ni como se atreve esta mujer...en fin, nos vamos caminito del sonido del agua sentándono en unas piedras anchas escuchando el rentintín acuífero de la acequia y el croar de las ranas .
¡Muchacha... quítate los zapatitos puntiagudos de tafilete y mete los pies! ¡ay yo no! Pue yo si..y los metí. Casi me quedo sin ellos ..que fria el agua que frri frrrrria friiia estaba esa agua brrr frrria,si. Hizo bien en no meter los pies tan bien calzados, los pies de mi amiga.
Y me cuenta, me cuenta que cuando era chica, ocho hermano que no son pocos, pues para todos no había, se ponía un cartón en el zapato del colegio, si solo uno, el otro par para el domingo y las fiestas de guardar, el cartón para que no se notara en el heredado calzado de su hermana mayor el agujero del tiempo. Y decía mientras la acequia de guayadeque corría y susurraba llevo agua agua agua llevo agua agua agua llevo en mi seno llevo agua ....y claro, el pie derecho, el del agujero lo arrastraba, porque me daba vergüenza levantarlo no sea que alguien viera el agujero de la vergüenza, de la carencia de pá todos no hay, no jugaba, ni saltaba en el recreo, el zapato no me dejaba. Una niña tímida que no saltaba nada, ni a la comba.
Ahora que puedo tengo cientos ...no les he contado, muchos, tengo muchos zapatos, hasta repetidos, no se que me pasa que si veo un zapato me lo compro, me lo tengo que comprar, me lo compro, me lo compro sin mirar el precio, me lo compro.
Las pardelas en el cielo hacen ese ruido que parecen que los niños lloran o se rien o...no se, las pardelas rien sobre el cielo inmenso de Guayadeque. A mi me da igual no tener unos zapatos de marca, que sean bonitos y cómodos y que me dejen caminar. Las montañas reverberan, el sonido de las pardelas se agranda.
Olga habla de su infancia sentada en una piedra del barranco con sus zapatitos italianos carísimo de la muerte y de que su madre les decía cuando las cabras de lechero pasaba por....¿ves ese pueblo de allí? Si, allí en el nacimiento del barranco...pues solo había una casa antes, la mia y ni pá leche había.
- Que mi madre dice que no está y que se lo paga otro dia. Y nos reimos, yo menos que tengo los pies frios. Venga vámonos y nos vamos. Ya entendí el por qué de la obsesión de ir bien calzados de los que nunca tuvieron.
Me viene a la cabeza mi hijo que vive en la playa, desde chiqito camina por las piedras de la orilla rocosas como si nada, como si tuviera suelas los descalzos pies, un reguilete, como si no picaran las jodidas piedras de la izquierda de la playa. Es que mi niño es costero, no necesita zapatos para caminar por las rocas, tiene doble suela, sus benditos pies y la costumbre le ha hecho callos que no siente las piedras. Los pies de mi niño son como los zapatos italianos, como los ingleses, de las más pura piel, calidad divina. Como dios camina mi niño por encima de las piedras.
Este mediodía volví a Guayadeque con unos amigos a comernos un cochinillo negro, de esos tan ricos que lo cuidan tanto por aquí, que comen mucho mejor que algunos de los que yo me se. Lo hacen por este lugar a la sal. Kilos y kilos de sal reciclables que envuelven en sábana blanca al animalito y conserva todo el aroma el cerdo negro bien alimentado , que me perdonen los que no comen cochino pero que rico, tierno y oloroso. Yo no le miro la cara al cochinito, no, le atan las orejas con un lazo rojo ( un dia de estos pregunto para qué, por qué, que necesidad hay de..) pero rico está, está rico.
Hoy miré al cerdito los zapatitos negros de charol que tenía y pensé ¡anda que a tí cochino rico los zapatos de charol mira donde te han traído!
No se que me pasa hoy que tengo en la cabeza un run run zapateandome las historias, mezclando barrancos, cielos, ranas, tafilete, cuero y charol.