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miércoles, 2 de julio de 2008

El Baúl de mi madre







Al principio de los principios en el baúl de mi madre habian pocas cosas. Pronto empezó a llenarse con juegos de decenas de pañuelos en batista decorados en vainica, toallas con los bordes de croché, mantelerías de hasta doce y me llevo una, sábanas de hilo holandés con solo mi inicial y un espacio en blanco por si acaso alguién quiere compartir el tálamo bordado en bienvenido, ya era hora.

Si viene una visita de cumplido es obligado enseñar los primores hechos por su laboriosa mano enrendada en ganchillo. Tiene mucho éxito el juego de toallas de baño de hilo de mírame y no me toques. Desde que se van las miradoras con sus cumplidos de cuánto vale tu madre que lástima hija que tu no hayas salido como ella, las vuelvo a guardar enseguida para que duerman el sueño eterno hasta el proximo asome de punto de cruz o petit point.

Menos mal que me avisa con tiempo para que saque sus cosas y también para que invite a merendar a sus amigas. Me advierte de acuérdate de comprar las madalenas chiquitas que le gusta a Conchi o las pastas de y me nombra la dulcería renombrada de la que su amiga Mima es adicta .

No te olvides de poner la bandeja grande que te regalé , si, esa enorme con asas para poder sujetarla, la que llena de pesadillas el espacio. Entre el cristal y la madera un paño preciosísimo, de un tipo de calado antiguo que ya no se suele ver pues no hay caladoras como las de antes ¡Cómo se pierden las tradiciones!, esta frase anterior es obligada dejarla escapar de los labios con un suspiro apenado.

La bandejita no cabe en el cajón de mi madre y la tengo que tener en el altillo de un mueble ocupando hasta el aire, con la falta que hace el aire para respirar, sobre todo cuando las amables visitas se van por fin. Un dia guardé un mal recuerdo allí y lo serví junto con el juego de porcelana china. Alguien dijo que ese té estaba raro con regusto a añejo ¡pues claro! Hay que tener cuidadito donde se guardan los dolores.

El baúl se quedó chico y tuve que comprar una cómodo con cuatro cajones donde compartir las cosas que me ha ido regalando mi madre a través de los años. La cajonera antigua se quedó con el nombrete para siempre le metas lo que le metas. La influencia de mi madre lo impregna todo hasta lo que ya no está bajo ella.


Las cosas de mi madre están invadiendo mi casa pese a que he intentado explicarle el concepto de minimalismo. Nunca he podido terminar la exposición, me interrumpe farfullando a punto de me voy me voy que llego tarde, como el conejo de Alicia la del país estupendo , recurso manido donde los haya altamente eficaz.

Lo que ocupa más espacio en el dichoso baúl de mi madre son sus retahilas:

No te olvides que el próximo martes es la misa por el alma de tu padre que dios lo tenga en su gloria.

No me puedo creer que no vayas a ir la primera comunión de tu sobrino

¿Cuándo te vas a casar que mira que van pasando los años?

Ya que vas para el pueblo no te importa traerme y de paso le dices a y no te olvides de.

Insuficiente el nuevo mueble, amenazan con salir de el los reproches, los reclamos los ya qué, los por qué y el desde luego hija mia como eres nunca me cuentas tus cosas.

Las cosas de mi madre clamando y reclamando nuevos y más amplios lugares se han instalado en mis sueños, con lo serena que soy que divago sobre la almohada con la nada y el vacío existencial, el mejor de los conceptos.

Hace dias que vengo dándole vueltas, estoy pensando en comprarme el adosado que venden al lado y colocar las cosas de mi madre allí, pero no, se expandirian hasta invadir el barrio, la isla, el mundo entero.

sábado, 31 de mayo de 2008

Historia de una rubia

Se sabe la hora exacta en que el sol baja al patio de mi cocina. Espía la raya que pinta la luz y con sus ojitos negros mira como crece la franja de sol bajando por las tejas, se alarga tocando la pared albeada, blanco sobre blanco, caminito de luz hasta que llega al suelo.

Entonces, su boquita de morro chato pilla la alfombrilla verde y la arrastra hasta allí y se tiende a tomar su sol de las once y cuarto.

En ese tiempo de espera no hay nada que la pueda distraer, ni un vamos a la calle rubia, ni un trozo de galleta con pasas, galletas de humanos que las de perro ni muerta ¡puaf!, ni siquiera el odiado gato negro del vecino que no puede ni ver y que se pasea por el tejadillo sin entender el por qué nunca le ladran a esa hora y a las demás si. O puede que si lo entienda y por eso precisamente se contonea con lento paso provocativo de mira lo que hago y no me pienso ir que ya nos conocemos las costumbritas.

A veces el sol no baja, una nube lo tapa o dos o tres y ella suspira mirando al patio, como si fuera un novio despreocupado que no viene a verla. Apoya su rubia cabeza sobre sus patas delanteras dando una ojeada de vez en cuando y levanta una de sus orejas por si escucha el estoy llegando a la puerta por donde su amado claro tendría que aparecer pero no, que no, que hoy no toca.

Se resigna y se va a hacer las cosas que corresponde hacer a esa hora que ella es un perra de costumbres, no todas buenas, maldita mania de roer la alfombra roja de la sala, esa tan moderna de nudos flojos que mejor hubiera sido pillar una clásica de apretaditos los unos contra los otros, la unión hace la fuerza, es el lema de las alfombras que duran toda la vida.

Tengo una de mi abuela, dios la tenga en su gloria, a la alfombra no, a mi pobre abuela, que todavía está de buen ver, mi abuela no, la alfombra. Creo que se zampa las orillas sueltas de la alfombra como quien se come las uñas, por nervio y rabia, el sol relaja mucho a las rubias, está demostrado.

Y de repente aparece el novio dorado a las dos del mediodia, o incluso a las tres, un poco desgastado, no tan radiante, que ha pasado casi el dia por el, cuando logra dar el esquinazo a las dichosas nubes.

Se mete en la cocina camino del comedor, toca la puerta de la nevera resaltando las partes metálicas como si fueran de pura plata. Un brazo entrometido avanza por el tragaluz del pasillo, un rejo alado, silente, cálido y amoroso acaricia la cama donde la rubia novia descansa con postura abandonada, las patas alzadas, la lengua rosada fuera de su boquita, que hace mucho calor.

El sol la roza y le dice aquí estoy niña. ¡Le pega cada susto ! Sacude su melena y le ladra enfadada estas no son horas de llegar. A ella le gusta la espera lenta, bajando poquito a poco por la pared del patio de la cocina, que no le sabe de otra manera.

viernes, 21 de marzo de 2008

Viernes Santo y una historieta para amenizar el Sancocho

Pues resulta que venia yo de trabajar y llegaba a mi pueblo en guagua con la intención de pasar por la peluqueria a cortarme el pelo antes de ir a mi casa y en la última rotonda donde me tenia que bajar veo ( de lejos veo fatá) un opel rojo estampado contra la rotonda y una señora rubia que la atendian en la acera.

¡Mamá mamá! Grité- ¡qué angustia!

Todo el mundo ¡Pare guaguero! Y recuerdo los comentarios por el pasillo de la guagua- Es que es su madre la del accidente- venga mi niña seguro que no es nada-que dios te ampare.- dice una viejita.

Me bajo con el corazón a cien , como las locas voy a mi pobre madre que estaba en el suelo tendida atendida por unos muchachos de la cruz roja de la playa:

¡Mamá mamá!- y me agacho asustada. ¡Coño! Pues no era mi madre ¡menos mal!

De los nervios me dió un bajón de tensión y los de la Cruz roja me tuvieron que atender a mi sin darme tiempo a explicar que esa pobre señora del coche estampado, que era igualita a mi madre, no era mi madre, sino otra señora rubia. Total, una señora rubia de un opel rojo idéntico también al de mi madre que anda que es casualidad.

Mi pueblo no es muy grande, bueno, cada vez mayor pero grande grande no es. Pasa una muchacha que me conoce pero a mi madre no, y me ve en el suelo y pregunta a los de la Cruz Roja, que le dicen: La hija de la señora del accidente, la pobre, que vio a su madre así y se impresionó. Pues ya la armaron.

Me recupero, viene la ambulancia y la guardia civil, a mi me daba un corte tremendo decir que mi madre no era mi madre, pobre señora, que tenia un golpe en la cabeza y estaba en estado de semi shock, pues como me daba pena de ella le agarraba la mano y eso. Y por dentro

pensaba”tengo que decirles a estos que no es mi madre” y pensaba ¿Y cómo demonios les digo a estos los que les tengo que decir? Y pensaba”desde que metan a mi madre que no es mi madre en la ambulancia yo me piro y no digo nada”...y así lo hice.Ya se que no debí hacerlo, imagino el desconcierto posterior sobre la desaparación de la hija, que vaya hija que abandona a su madre en esas condiciones.

Total, que me fui para mi casa y como me venia de paso la pelu, pasé para decir que no iba a ir. Cuando llegué a la pelu justamente estaban comentando¡anda que como son los pueblos! De una señora y su hija y del accidente, que si estaban las dos gravemente heridas y....la hija a punto de palmarla y.....a mi daba corte decir que yo era la casi muerta,bueno herida, la herida no, la desmayada, y que yo no era la hija de mi madre, o yo que sé!

Era tan esperpéntico el asunto que opté por no decir nada ¡total pá qué! Solo que no iba a cortarme el pelo y ya me iba cuando la chica que me vio desmayada pero yo a ella no porque estaba desmayada, entra en la peli y dice:

¡Anda! Pero ....¿Tu no tuvistes un accidente y ......? Todo el mundo mirando para mi asombradas. Entonces tuve que explicar lo que pasó mientra me miraban con la boca abierta, luego aprovecharon que la tenian abierta para soltar las carcajadas. Como siempre que iba a esa peli tenia que contar lo mismo, cambié de peluquera que me tenian hasta el moño.

Llego a mi casa y pensé ( a veces lo hago, lo de llegar a mi casa no, lo de pensar) ¿ a ver si alguien le ha dicho algo de esto a mi familia y andarán preocupados? El móvil me lo habia dejado en la oficina. Llamo a casa de mi madre y no hay nadie, hasta que localizo a una de mis hermanas y todo el mundo me estaba buscando por el hospital.

Después de que se aclaró todo y me regañaron, porque encima em regañaron por el rato que les hice pasar, me contaron que estuvieron buscándome por rodo el Hospital Insular y la señora de rubio, la accidentada, aún se encontraba en estdo de shock por el golpe de la cabeza con en el parabrisas y solo hacia preguntar por su hija ( no se si yo o otra hija de ella).

Hoy es Viernes Santos, dentro de un rato reunión familiar y sancocho y seguro que después del café vuelve, y revuelve y vuelta a revolver de cuando la despistada de la Coin ( yo mismamente) vio a su pobre madre en los suelos y revolucionó a toda la familia.

Con los años la historieta se va agrandando y ya no sabemos donde empieza la realidad y termina el mito, que cada uno va añadiendo nuevos detalles.

Primero les dio por decir que mi madre postiza ( así la llaman y ya le hemos puesto Paquita) es mi madre de verdad y yo su hija secreta que el destino le dio en ponerla agonizante en una acera mientras buscaba a su hija abandonada cuando era chica en un orfanato. Bueeeno ni saben lo que da de si esta historia, cada dia es más dramática y rocambolesca.

En cada celebración van añadiendo un detalle, me inventan un padre nuevo, el último fue Paco, el cura de mi barrio, que no me parezco nadita a él, que es mu feo el Paco y que no lo quiero como padre.

A mi madre no le gusta que juguemos a este juego interminable cuando hay personas ajenas a la familia, y la ponemos muy nerviosa. En el sancocho de hoy viernes santos a ver que padre me toca.

Y esto es todo.

miércoles, 19 de marzo de 2008

Los cigarritos de Suina

La cocina de mi casa del Aaiún olía a zotal y a los cigarros liados a mano de Suina.

Después de fregar los cacharros y platos del almuerzo, Suina dejaba como la patena las baldosas encarnadas del suelo, nadie sabe la proporción que echaba en la mezcla de zotal y petróleo. El piso parecía un espejo colorao.

Y es que parece que lo estoy viendo:

Comienza la lenta y tranquila parafernalia de preparar el té con nana dando golpecitos con el martillo ritual al duro pilón de azúcar, el verter y mezclar el agua en las medidas y tempo justo, un rítmico baile oloroso de te y nana. Sobre la mesa la bandeja con la tetera de cobre y dos vasitos de cristal de colores. El té hay que beberlo por tres veces:

El primer vaso amargo como la vida
El segundo dulce como el amor
El tercero suave como la muerte

Suina solo me llena medio vasito, el del dulce amor . Me lo bebo despacio haciendo el mismo ruido al sorberlo que ella.

- Ninia, dice, que no le sale pronunciar la eñe- dami la lata de la colacao.
Me subo a una silla y la bajo de la alacena. Lata, que no caja, ni bote, ni frasco, con pequeñas bisagras en la tapa y por delante la imagen de una negra zumbona con delantal blanco levantando una bandeja con dos vasos de leche con colacao y unos niños rubios como el sol con los brazos levantados.

Se lia el cigarrito de la sobremesa, ese que huele tan bien que estalla por dentro a veces

¿Por qué explota Suina?- Es il caniamón.
Se lo fuma despacito con los ojos casi cerrados, los pies enorme y oscuros sobre un taburete de la cocina, las plantas de los pies de roja henna, las babuchas de cuero bajo la mesa.

Mi madre no quiere que moleste a Suina , bastante trabajito tiene ya la pobre. Cuando se va a dormir su larga siesta de calor sahariano me escapo a la cocina, el sitio más fresquito de la casa, aromado y sereno.

Suina tiene un lado oscuro igualito que su piel. No me gustaron nada sus manos ahogando en la pileta del patio de atrás a los gatitos que parió nuestra gata, tan mansa que se dejaba poner las faldas de mi muñeca. Los gatos chicos que esa misma fatal mañana, en el trastero, se subian por la funda de la caña de pescar de mi padre, hasta la punta de arriba. Los bajaba cuando sus maullidos volvian locos a todos y ellos vuelta a subir por el mismo caminito, una y otra vez los empecinados trepadores.

La cara de Suina, tan distinta a la dilatante fumadora de sobremesa, no me gustó nada cuando mantuvo el saco dentro del agua durante unos minutos, no sentía pena, no sentia nada, un trabajo que le mandaron hacer, nada más.

¿Qué estás haciendo Suina? .- Nada ninia, nada. De la pileta salían burbujas ...y me fui.

A veces venía con su hija América ¡qué vaya nombre raro para una niña Saharahui! una niña más pequeña que yo con trencitas apretadas repartidas por toda su cabeza, parecia un puercoespín moreno con trenzas en vez de espinas.

Los ojos de América tenian la mirada rodeada de pestañas rizadas, igual que los ojos de las dos gacelas que estaban en el cuartel de Artillería, al final de mi calle, en la Avenida del Ejército.

Otro niño chico se le murió quemado. Lo tenía en un cajón que hacía de cuna y una brizna de lo que fumaba Suina se le prendió en la ropa que abrigaba al recién nacido. Por lo menos estuvo sin venir dos meses. Cuando volvió estuvo abrazada a mi madre mucho rato y mi madre se secaba las lágrimas con el pañuelo y le preguntaba que como estaba:

Matta chec chuai? Ella contestaba: Nech labás el hamduli-lah ( bien, por la gracias de dios). Suina tenía los ojos secos y raros.

Después de comer estuvo buscando su lata de la colacao esa y como no la encontraba se enfadó en hasanía, no se que decía, pero estaba enfadada que se le notaba mucho. Dijo palabrotas que esas si que me las se aunque fuera un pecado grandísimo sabérselas.

Un domingo Suina y América vinieron con nosotros a Cabeza Playa y chapoteaban en la orilla, que no sabian nadar. Unos soldados desde las barcazas y los anfibios del muelle no paraban de mirarla.

¿Y por qué la mirarán tanto? - me puse a mirarla yo también, atentamente...y entonces me di cuenta de algo de repente, un rayo blanco en mi cabeza ( cuando leí en la biblia lo de Pablo el apostol recaudador de impuestos cuando lo de la luz y la revelación divina que hasta del caballo se vino abajo y toda esa vaina ...lo entendí) .

¡Pero que guapísima era Suina! ¿Cómo es que nunca me habia dado cuenta? Creía que lo bonito era rubio y blanco como mi madre, como los ojos claros de mi padre, como la inmaculada Virgen María de la Iglesia del Sagrado Corazón, la que sostenía al niño rubio como la espiga, como un sol, como una dorada duna, como la espuma nívea del Atlántico.

Salía del agua Suina reluciente con las piernas brillantes, espejos negros, pasos largos llenos de energía, alzados los morenos brazos sobre su cabeza colocándose el pañuelo, la barbilla levantada, orgullosa, segura de su belleza y de si misma.

Una imagen fija que se me ha quedada grabada por los siempre de los siempre:

La bella aromatizada y brillante Suina y en mi recuerdo más.




martes, 11 de diciembre de 2007

¡Vaya máscara!

Ayer mi querida COIN (pronúnciese como en inglés) contó la historia de la mascarita. En ella se dice: "Algunas navidades jugabamos al dichoso amigo invisible- menos mal que ya está prohibido por el manual de las buenas costumbres- a ella siempre le regalabamos un tanga, el más ordinario y hortera posible a ver si captaba la onda, pero no, ideas fijas la muchacha."

Y a ello comenté que: "En mi despedida de la loquera (oficina) de LPGC me regalaron no un tanga, pero sí unos gayumbos... ¿iban también con segundas?"

¡En ningún momento dije que fueran horteras!, sino que quizá las chicas y los chicos (que nunca se sabe) de la loquera me habían lanzado una indirecta. El mayor valor de esos gayumbos no es que se hayan dejado medio sueldo, sino que me lo han regalado con cariño mis compañeros.

Por cierto... Madrid hace tres semanas: el calvito, o Monseñor (como vds. prefieran) estaba en compañía en actitud más que cariñosa, apasionada. Después de una exclamación de sorpresa y alegría por parte de la susodicha compañía: "¡Esta suavidad no la conocía yo!" ésta dio su aprobación tácita a los susodichos gayumbos antes de que la pasión carnal desplazara a la pasión textil. Por tanto, al igual que hacía el anterior Jefe del Estado al inaugurar pantanos pude proclamar: "quedan inaugurados estos gayumbos".

Ahora lanzo una pregunta al aire, o mejor dicho, la lanzo a la pantalla como los espaguettis se lanzan a la pared. Y lanzo esta pregunta aquí puesto que soy el único xy que escribe en estos lares, de momento.

Parece que tradicionalmente las personas xx están concienciadas de que a sus compañer@s de pasiones carnales les gusta apreciar la vista, el tacto, ... de las prendas de lencería. Es decir, que se llega al placer carnal precedido del placer textil. ¿Debemos cambiar nuestro modo de pensar los xy? La verdad es que a mi lo de la lencería no me sienta bien (más que nada porque tengo poco pecho y el liguero se me engancha en los pelillos de las piennas) pero ¿deberíamos gastarnos algunos cuartos y lucir como el que sigue estas líneas o seguimos con los gayumbos de cuello alto como Paco Martínez Soria?

Hombre, no digo que en el día a día vayamos con puntillas, pero sí en días un poco más "festivos".


¡Uf, qué calor!
 
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