domingo, 17 de febrero de 2008

Caminito de...

Tiro milla caminito de Valsequillo, la montaña de frente cada vez más cercana. Musiquita y carretera. Los eucaliptus pintan sombras en la carretera. El aire huele a menta.

El valle se hace amplio, los almendros blancos y rosados me llenan los ojos de alegrias, el campo de fresas de la izquierda pone el contrapunto con sus plásticos negros protectores cubriendo los matos. Más arriba, sobre una loma de suave pendiente, un cementerio con crucecitas blancas. Almendros y muertos. La montaña es una madre grande.

Mi padre va conmigo, que lo llevo dentro, mira por mis ojos y dice por mi boca: Este valle es precioso ¿Te acuerdas cuando me queria traer a la familia a vivir aquí? Si papá, pero mamá no quería. Cariño, ponme un poquito “El Preludio de Debussy”, dice mi padre y se la pongo.

Cambiamos el rumbo, nos vamos a San Mateo y allí se sube mi abuela. No habla, solo sonrie. No se acuerda de nada pero mira por mis ojos y sonrie siempre. Es bueno viajar acompañada. Quiere que le ponga un cuplé y se lo pongo.

Llegamos a los pechos de Tejeda, desde la cumbre contemplamos la isla redonda a través del mar de nubes. Al oque nuble le digo que se apunte, no se lo piensa dos veces y se viene. Me gusta viajar con las montañas, a veces, las meto en mis sueños.

Todos calentitos y apretados tiramos milla caminito de Fataga y Santa Lucía de Tirajana. Allí nos bajamos todos para jincarnos un vinito con sus aceitunas aliñadas con orégano. Mi abuela pide otro vino ¡Mira como sonríe la viejita! ¡Qué contenta está que da gusto de verla! Mi padre paga.

En Veneguera se sube un poeta, Carlos Ramos, tiene un lagarto en un ojo y en el otro una plantación de berros. El lagarto se come los berros y Carlitos se queda ciego. El Roque le cuenta al poeta lo que vamos viendo. Le dice: Estamos pasando por un lugar donde han cortado a una montaña por la mitad y dentro tiene vetas amarillas y verdes, a veces violetas. Mi padre abraza al poeta, le gusta como cuenta las cosas. ¡Coño quema! Claro papá ¿no ves que es un gigante con boca de fuego? Mi abuela conduce ¡No veas como conduce la abuela!.

En el Puerto de Mogán ni la pena pararse, ya no es lo que era. Ahí se sube un novio revenido y huele muy mal. El lagarto de Carlos se come el código de barras de su frente, si, esos siete pelillos estirados para disimular su calvicie irremediable. Mi abuela le da un mordisco ¡Ay mi abuela que rica! Y mi padre lo bota del coche. ¡Ahí te quedas podrido! Aquí solo se admiten muertos benditos. Sobre su tumba de alquitrán le tiro por la ventanilla del coche una orquidea negra.

Tiro milla y llego a mi casa. Me guardo mis muertos dentro.

Mi marido me hace una tortilla de papas con su ajito y perejil, pero me deja la sartén sin fregar y eso no se hace. Mira mi careto y la friega.

Mi rubio pregunta ¿Qué tal la excursión mamá? Muy bien hijo, tu abuelo te manda un beso. Y se lo doy.

4 comentarios:

Peter Pana dijo...

precioso lo que escribes,coin eres

una poeta.bicos


PETER PANA

coin dijo...

Mi marido dice que estoycomo una cabra y que cada vez escribo más raro. La verdad es que tiene razón ¿para que nos vamos a engañar?
Otro bico para ti guapa.

vanessa del pino dijo...

Sombras del Nubloooo, tarratán, tarratán... riscales lo de mi tierraaa.....

coin dijo...

Y en el coche, como pueden comprobar, llevabamos la arradio... pá amenissar el jodío caminito

 
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